La última tejedora de Minas del Prado cumplió 101 años

Sin ánimo de ignorar a las tejedoras que ejercen hasta hoy este oficio en el cordillerano caserío de Coihueco les cuento acá algo de lo que vivimos con mi mamá cuando fuimos a visitar a la última de sus tías que dieron vida a esta actividad. Y aunque hace décadas fue muy mal remunerada, les permitió la subsistencia a muchas familias ya que todas sus hermanas fueron tejedoras a telar con lana de ovejas. Mismos animalitos que hoy cría su único hijo, quien vive junto a ella.

Cuando ya nos íbamos me miró con su cara de dulzura sonriendo. Su expresión decía algo así como «me caíste bien ah»! Y a mí me dio mucha alegría escucharla contar sus historias..
Mercedes Cares Riquelme ya cumplió 101 años el pasado mes de junio y ha vivido toda su vida en Minas del Prado, una pequeña localidad cordillerana de Coihueco donde puede llegar la nieve en invierno. Su hijo tiene animales y una huerta con invernadero desde donde nos trajo un montón de pepinos. Me sorprende la alegría con que habla a pesar de que le interrumpimos un partido de la sub17 que estaba comenzando cuando llegamos.
La tía Mercedes me contó que habían sido 14 hermanos. Algunas de sus hermanas se llamaban Helena, Joaquina, Felicinda, Laura, Vitalina por su puesto, que fue mi abuelita. Tenía un hermano llamado Juan que se fue a trabajar a Santiago donde infortunadamente terminó sus días. Me contaba en esos tiempos todos los hombres tenían a la capital como destino seguro para buscar un mejor trabajo.

En tanto ella y una de sus hermanas se iban caminando hasta la estación de Niblinto (aproximadamente 12 kilómetros) donde tomaban el tren hasta Chillán para ir a vender los tejidos -yo ya iba imaginándome la aventura que habría significado para ellas- y volvían con sacos de lana a la vuelta.

La tía Mercedes tenía muchas ganas de conversar así es que hablamos todo lo que pudimos, le tomé sus rodillas, le masajeé un poquito mientras me contaba más de su historia, de su otro hijo que ya había fallecido y de su mamá que se llamaba Rosa, mi bisabuela.
Todas las hermanas tejieron a telar, ella recordó que tejió hasta los 80 años cuando la señora que le compraba en Chillán para revender sus tejidos dejó de comprarle porque «ya no se vendían tanto como antes… entonces para qué iba a tejer!», me dijo, «si nadie me iba a comprar!».

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«Y telar qué lo hizo?» -pregunté por si estaba por ahí esperando- «lo regalamos a una chiquilla que tejía para que alguien lo usara porque en esa casa todos tejen, hasta el papá. Eso pasó antes de que usted apareciera por acá». Sí se acordaban que yo andaba tras el telar hace un tiempo y con ganas de aprender.

Mi mamá se lleno de orgullo cuando le pregunté «Tu crees que a tu mamá le gustaría que fuéramos a visitar a su hermana? -Ah si pues! me contestó y se puso contenta. yo creo que la Vitalina también se alegró, donde sea que esté.

Un niño que llega todos los fines de semana nos interrumpe porque quiere ir a entrar los animales y llega corriendo a abrazar a la abuelita. No es la suya pero se nota que le inspira ternura porque la abraza con fulgor.


Yo sabía que había vendido una piecera blanca con copihues rojos que le gustó a mi mamá cuando la vimos en una feria hace años ahí en las minas, así es que le compré la ultima obra que había tejido hace unos años. La última obra que aún conservaba la centenaria tía Mercedes Cares de Minas del Prado.

Es una ternura ella, como muchos de los abuelitos que guardan tantas historias y sabiduría de todos los años vividos!

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